Capacidad de síntesis...

Adrián Yunes
A cinco días de la celebración del nacimiento de Jesús, me he convierto en el resultado de varios experimentos exitosos. Segundo hijo de un segundo matrimonio por parte de mi padre. En primer lugar, me llamo Adrián y en segundo Abel, dos nombres que le han servido a mi mama solo para reclamarme algo que he hecho mal, Yunes como herencia de mi padre, aparte de los pelos en la espalda (genes medio-orientales) y un mal estomago. Herraiz por parte de mi mamá, de su lado heredo las ganas de complacer que de a ratos me invaden y un poco de esa "mala leche" que tan bien definen los españoles.

Valenciano la mayoría del tiempo, español cuando ando con mi familia, libanés solo a la hora de comer. Con esta mezcla fui de paso por algunos colegios de la capital carabobeña. Experiencia que me dejó un par de buenos amigos, unos cuantos compañeros de clase, y una infinidad de caras conocidas pero sin nombres.

Entro a estudiar Comunicación Social cuando apenas sabía lo que hacía con mi vida, 16 años bastaron para decidir que quería estudiar una carrera para perder el tiempo, según el viejo, decisión que en parte tomé gracias al funeral de Francisco J. Ávila, unas palabras de condolencias, y una capacidad para expresar que dejaron la certeza en mi, que para llegar a ese punto, tenia que estudiar esto.

Heme aquí, siguiendo algunos pasos. Practicando lo que desconozco o me cuesta, entusiasmándome con lo que disfruto, buscando verdades en las letras de Sabina, haciendo catarsis con lo que escribo, aprendiendo de la radio lo que no he podido entender escuchándola y tratando de hacer todo lo anterior nombrado, de una manera que me mantenga al borde de la cordura.

Un Abrazo

Adrián Yunes
Me arreglo para salir, y justo cuando volteo, te veo. Llorando otra vez. Trato de voltear rápido para hacerme el desentendido, y no quiero dejar que me afecte. Mi cuello no dio para tanto. Inocente victima de la inercia, cae escurrida una gota de lo que soy.

Una tras otra, cientos de preguntas se van enfilando para salir despachadas. Acción que se vio frustrada, como dicen los policías, por un simple hecho, saber de antemano la respuesta. ¿Estás llorando por “eso” otra vez?. Un abrazo y un beso solo para empezar. Trato de consolarte con una de esas frases que se escuchan en las películas; de esas que se dicen con el rostro empapado en llanto, cuando muere el que parecía protagonista. Y no tienes idea de lo ridículo que suena en mi cabeza para este momento.

Que podría aconsejar un niño de 20 años, a alguien que reta a las estadísticas y a la física, con el simple hecho de estar de pie. Que podría aconsejar yo, si esta situación nunca paso por mi cabeza.

Repito una y otra vez la misma frase. Cual mantra desgastado. Sigo coreando “todo va a estar bien”. Poniendo toda mí fe, en que aquello de que una mentira, dicha mil veces se convierte en verdad; sea cierto. Por ahora solo uno mis brazos en tu espalda y con un beso en la mejilla trato de evaporar las lágrimas que ya se cansan de hacer ese mismo recorrido por tu rostro.

Despedida...

Bueno. Ha llegado la hora. Creo que no lo puedo prolongar más. A lo lejos escucho tu voz y todavía parece mentira que en pocas horas te vas. Te vas buscando un futuro incierto. Te vas persiguiendo un sueño.

No le tienes miedo a nada. En mi opinión, esa es tu virtud. Sea por que eres medio loco. O por que no piensas en las consecuencias, esa es tu virtud. Y es que haces la maroma perfecta para engañar a todo el mundo fingiendo que estas analizando tu próximo paso, y lo que nadie sabe es que esa decisión estaba tomada desde el momento en que se te paso por la cabeza.

Comienzo a decir adiós. Me despido de mi mejor amigo. De mi mentor, de mi guía y protector. Me despido de aquel que daba la cara en el colegio cuando me buscaban pelea. De un contrincante a puños respetable, cuando los viejos tomaban la siesta. Me despido de aquel que me defiende a mis espaldas y me echa tierra en mi cara para no demostrar lo mucho que me quiere. Me despido de aquel que admiro desde pequeño.

Peleas tontas nos llegaron a separar. Hoy en día serán unos cuantos kilómetros y un océano de por medio. Pero nada, en dos pasitos estas acá o estoy allá.

Sabes que te voy a extrañar. Tendré que callarme un par de temas hasta que vuelvas. Temas que por tontos que parezcan nada mas podré discutir contigo. Gracias por apoyarme en las cosas que tenias que apoyarme. Y gracias también por no escucharme cuando simplemente no querías escucharme. Así tomaba por mi cuenta esa decisión.

Espero que crezcas, espero eches raíces, que te vuelvas la persona madura que yo conozco, cuando el momento lo amerita, esa persona segura de si misma. Que no piensa dos veces las cosas para correr y hacerlas.

Sabes de que tienes que cuidarte. Sabes bien cuales son los peligros que hay allá afuera. Y más para donde vas. Espero que te cuides bien y que sigas contando con uno para lo que sea.

No me queda mas nada que despedirme. Desearte de corazón que cumplas todo lo que tienes dentro de esa cabezota. Que lleves a cabo esos proyectos locos en los que tú nada mas piensas. Y decirte que te quiero mucho.

Un abrazo.


Atentamente
Adrian

Algo ha pasado...

Adrián Yunes
La felicidad ha decidido ser mi karma. Como lo hacía cuando estaba triste. Que facilidad tenía. Encontraba palabras que se ajustaban perfectamente a lo que venía sintiendo. Por ahora, me he quedado atónito. No sólo por el hecho de que me he venido sintiendo mejor, más bien por tener que decir que la alegría, ha barrido hasta la más mínima partícula de inspiración que quedaba en mí.

Ya lo decía Sabina. Raro en él, dando cátedra intensiva de cotidianidad, a través de reducidos sermones que resuelve llamar canciones. “Oiga, doctor, devuélvame mi depresión….que no escribo ni una nota desde que soy feliz”. Y que razón tiene. Felicidad, bendita seas. Pero como jodes lo que escribo. Y cada vez que pongo tu canción amigo mío. Es como un. “te lo dije” que retumba en mi cabeza.

Me ha tocado calibrar la balanza. Y no lo quiero, ¿qué será mejor? Estar feliz y sin saber que escribir. Teniendo que rebuscar en la memoria de mi computadora meros inicios, de lo que parecía ser un escrito. Sortear mi lenguaje en el diccionario de sinónimos. Como si la felicidad matara en artritis para mis dedos, quizás dejarme llevar por el lado oscuro por un tiempito, sea la mejor solución, para ver si así logro escribir algo decente.

Que problema he tenido para escribir en estos días. Que tontería. Y es que recién descubro, porque llaman al destino “cruel”. Pendejo él, poniéndome entre la espada y la pared. A elegir entre lo que tenía tiempo sin sentir o lo que últimamente había descubierto que hacía bien. Me niego a decidir. En tu conciencia quedará.

¿Y ahora qué? Vuelvo y me hago la misma pregunta. Por ahora. Me resuelvo escribiendo esto. Que deja en mi cabeza una pequeña espinita y dos preguntas. ¿Habré aprendido a escribir animado? O ¿será este escrito un mal síntoma para mi felicidad?

Agradecimientos...

Adrián Yunes
Como si el corazón despertara con cada onda que golpea mi cuerpo. Cierro los ojos con la simetría de una guitarra y un erudito gritando a toda voz todo lo que lleva dentro, melancolía pura, materializo y me transporto.

Sr. Rodríguez, trovador por naturaleza. Me toma por el brazo. Ni idea tiene, que tan agradecido estoy de que exista. Hace vibrar sus cuerdas y me atraviesa en el sitio, con la utopía como primer plano. Alimento para el alma, ideologías, magia es lo que despiden mis altavoces. Simple agradecimiento. A la vida, por guiarlo hasta el momento en que decidió hacer canción. A la lectura, por darle las luces y mostrarle los caminos para escribir de esa manera. A la fantasía, a la ideología, a lo ideal. Por ser el pulso que guía la sangre hasta la mano de este prototipo. Gracias Silvio por la acompañarme en la nostalgia.

Como recordar a tu amigo y no nombrarte. Añoranzas dibuja tu voz en el aire, tocando lo más profundo de mí ser, y hasta las lágrimas me haces pensar. Me empujas hacia abajo, me obligas a volver al pasado, a pensar en cosas que ya había olvidado, o que creía haberlo hecho. Como químico vas uniendo reactivos, juntando palabras, las unes con versos, mixtura prefecta con tu voz. Como resultado, una de esas tonadas que, sin saber de que manera, describe la situación perfecta que atravieso en ese momento, como si me conocieras. Al tanto estas de que me quita el sueño, caminando en la oscuridad de mi casa. Y luego vienes con el sol, tocando una nueva tonada, iluminas todo lo que se atraviese, dibujas el alba de lo que podría ser un nuevo día, me exiges como tirano, que sonría, que siga adelante, que recuerde mi pasado, paro que no lo convierta en mi presente. Alejandro Filio, gracias amigo mío, por estar ahí en las buenas y en las malas, seguiré tu consejo.

Señor Sabina, mi reverencia hago. Me enseñaste que el sonreír, en ocasiones es el mejor remedio para aniquilar la zozobra. Maestro de dejar todo entredicho. Escribir entre líneas. Diciendo pero no pronunciando. Mezclas sentimientos, tan análogos como disparejos. Y así, de la manera sencilla, vas describiendo las a veces ridículas situaciones a donde te llevaba ese peculiar polvo blanco del que eras tan entusiasta. Genio del humor negro, y burlón de la vida misma. Un abrazo para ti, que por ser último, no eres menos importante. Pero sigues siendo el último.. gracioso no?

Y solo para finalizar, agradezco a aquellos amigos que de manera mas directa han estado a mi lado, describiendo la vida a través de sus ojos, solo para hacerme entender que no todo es lo que parece o como me parece. Aquellos que me prestaron su hombro más de una vez. Simples pensadores, sabios de la cotidianidad, excelentes planificadores. Audiencia perfecta para interpretar lo que llevo dentro. Público difícil a la hora de hacerlos reír. Lo que me da la satisfacción, de que al momento de hacerlos dibujar esa silueta en sus caras, estoy haciendo bien mi trabajo.

Un trago al azar...

Adrián Yunes
El elixir, el remedio. El que algunos toman para disfrutar, el que otros toman para olvidar. Botellas de gloria selladas al vació. Acompañantes eternos de la soledad, amigos incondicionales a la hora de llorar.

Sostengo el vaso con una mano, y con la otra solo me apoyo. Miro el horizonte como si algo estuviera oculto. Repito los mismos hábitos de mi padre. No el de beber gracias a Dios, habito que él consideró irremediablemente desagradable toda su vida. Hablo de el de mirar. Horas y horas transcurrían y el no separaba la vista de ese pequeño trozo de mundo que ofrece la ventana de la sala.

“El muro de los lamentos” lo apodo un amigo, y yo creo que si lo era. Y es que de no ser así, que carajo hacia postrado en el todos los días. Me le acerco y le pregunto ¿Qué haces pa? “nada… viendo, pienso… ¿que haces tu?” y hasta ahí me permitía ir con las preguntas.

Me encuentro solo. Las cuatro de la mañana y no logro cambiar la odiosa rutina de estar despierto hasta tarde. Veo tele, y pocas cosas llaman mi atención. De un salto llego a la computadora. Y esos murciélagos que se, no pueden dormir como yo, se han antojado de no acompañarme para esta velada. Reviso mi teléfono, ni mensajes ni llamadas. Tony, mi hermano, esta vuelta y vuelta en el mismo sillón que me ha abrazado al dormir tantas veces cuando quiero cambiar la rutina de mi cama. Parece tener un mal sueño. Aunque lo dudo, tiene la virtud de no arrepentirse de lo que hace, de pensar poco las cosas y de preguntar mucho y terminar haciendo lo que quiere. De ahí vienen las pesadillas ¿no?. Al no hacer lo que uno quiere.

Ese sonido irritante del teléfono. Un “bip” que si acaso se escucha. Pero que se vuelve tan irritante a medida que se repite, y que parece un grito de auxilio. Derecho a mí cuarto para ahogar el antojo de mi celular. Conecto al toma corriente y al levantar la vista ahí la veo. Vestida de rojo. Tentadora, pide menos distancia y se lo concedo. Detallo su estilo, y de alguna forma comparo su color al del demonio. Como un niño con un juguete entre sus manos, sonrío. Ha llegado la hora de probar la efectividad del plan que ha rondado mi cabeza las últimas semanas. Fluye por mi cuerpo que de seguro me relajaras.

Tentando a la suerte imito a alguien habilidoso con las manos y justo antes de ponerla sobre la mesa, giro su tapa y un sonido rompe el silencio. Como si alguien tronara sus dedos, cual pianista apunto de iniciar una tonada. Lleno mi vaso de hielo hasta el tope. Mitad Whisky mitad agua. Me dirijo al mismo sitio donde se cruzaron nuestras miradas y la guardo en su caja. Nadie sabrá que he robado un poco de allí, y a nadie debería de importar ya que es mía. Pero con padres tan juiciosos a veces es preferible tomarse la delicadeza.

Abro las ventanas que permanecían ya cerradas por el día de hoy. Y me apoyo de la misma forma en que lo ha hecho mi padre durante todos estos años. Miro mi trago, le doy un sorbo, el primer sorbo. Y todo mi cuerpo se extraña de sentirlo. No es una práctica acostumbrada de mi parte. Las rejas me impiden ver todo el cuadro, pero eso no importa. Mi cuerpo libre de tensiones me pide ahora un descanso espiritual. Termino lo que queda de él, cierro ese pasadizo al exterior que tiene mi sala. Y ahora si. Creo que podré dormir. No quiero repetir lo que he hecho esta noche. Pues puedo acostumbrarme fácilmente a ello. Esperare a que este me relaje hasta en los sueños.

De cara al mundo...

Adrián Yunes
Cicatrices en mi frente, hendiduras en mi rostro. Me hacen recordar lo que he sentido, con ellas revivo algunos momentos. Líneas que van y vienen, líneas que simulan de todo. Molestias que nunca faltan, más aun cuando se es malhumorado. Algunas sorpresas también ayudaron a la construcción de estos surcos, sorpresas que portaban esa bendita característica de sacudirlo todo, dejando caer solo lo que no nos importa. Sentimientos que no debieron de ser sorpresa, pero que de igual forma me tomaron desprevenido, dejaron su marca y se dispusieron partir, dejando ese asqueroso sabor que todo mundo conoce.

Mis cejas, algo sobresalientes también tienen su historia, en algún momento de mi vida, solo bastaba con una palabra para que se encogieran de miedo al saber que iba a desatar mi ira, ahora ya casi ni les molesta. Dejan que me obstine, y ni señales de vida dan, ya ahora no les molesta que me moleste. Los malos humores tienen otro significado. A veces una cara sin expresión alguna, implica más que una erosionada de emociones. Esos truenos que se dibujaban en mis cejas se han ido, y he tenido que hacer maromas para decirle a la gente como me siento, sin usar mi boca.

Mi boca no habla, ella también dibuja, ondas y semicírculos la rodean, en un pasado dibujaron sonrisas, momentos compartidos con la familia, noches en vela con los amigos, donde cualquier cosa daba risa si estabas con aquellos indicados, alrededor de una botella.

Siluetas que engañaron a muchos, victimas de la hipocresía, gente sin culpa que simplemente no convencía, y que se llevaron de mi solo una muestra prefabricada o molde, usado solo cuando el carácter no daba para mas o simplemente daba igual.

Pero estoy seguro de que trabajaron mas de lo que engañaron, fueron mas los buenos ratos que las amarguras, claro que también fueron mas las risas que provoqué, que las que en realidad me hacían gracia; pero si mi boca lo dibujaba, mis ojos lo apuntaban y mi corazón lo permitía, solo aquellos que en realidad saben quien soy, estaban concientes de que en ese instante jadeaba de la risa por que me convenció de su gracia.

Todavía queda camino por recorrer, siluetas que dibujar en mi rostro, momentos felices que disfrutar, aunque cada vez se vayan haciendo mas escasos y difíciles de disfrutar, creo que siempre existirá una nueva forma de sorprenderme, así sea sorprendiéndome yo mismo.

Quiero cuadricular mi cara, llenarlas de dibujos, hendiduras y de mas. Quiero que la gente por lo menos sospeche como ha sido mi vida, recorriendo las calles y avenidas que guían a ese momento exacto de mi pasado. No quiero hablar de lo que hice, en tal caso quiero que la gente lea lo que fui y que encuentre un espacio en mi rostro para dibujar lo que será.